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Publicado por el 6 abril, 2018 en Cultura, Sulá Batsú

Columna: Reflexionando sobre las artes y las expresiones culturales:

Columna: Reflexionando sobre las artes y las expresiones culturales:

Aproximaciones desde la incomodidad del ser.

Por Nilson Oviedo. Siempre debemos de pensar y cuestionarnos sobre el tipo de poder cultural que se da en nuestras sociedades, desde los medios de comunicación masiva nos disparan expresiones culturales, el tipo de cultura que nos ofrecen suele ser estática, sin contenido crítico, envasada e importada. Pero esto no solo pasa en el plano de los grandes medios de comunicación, pasa en todos los niveles de las mismas sociedades, ya que estamos inmersos en los procesos de globalización cultural que se reflejan en el plano masivo. Pero existen respuestas ante dichas imposiciones culturales globales, respuestas que vienen desde la cotidianidad de nuestro diario vivir.

Recientemente tuve el placer de leer el texto “Culturas urbanas, organización e identidad” de un querido amigo ecuatoriano, Felipe Ogaz Oviedo, en donde se hace una aproximación socioantropológica de las culturas urbanas y sus manifestaciones sociales. Utilizando la conceptualización marxista de la superestructura, logra desarrollar un análisis de estas expresiones culturales como conformaciones en respuesta ante las desigualdades y las exclusiones que son inherentes al sistema capitalista neoliberal, y las resignificaciones y reinvenciones que surgen en sus senos a partir de las sociedades en las que se han conformado. El presente artículo pretende ser simplemente un inicio para una discusión más a profundidad en futuras intervenciones sobre nuestra realidad musical costarricense en particular, tomando como punto de partida la composición lírica de dos temas emblemáticos del rock costarricense.

Primeramente, se debe partir de un abordaje histórico de las diferentes expresiones musicales costarricenses que se han dado en esa línea de resignificación y reinvención como respuestas a la superestructura dominante, haciendo la necesaria salvedad de que no es un estudio de carácter histórico ni mucho menos antropológico, y que no obedece a un análisis científico riguroso del mismo. Así pues, quisiera que partamos de dos fenómenos concretos que se dieron a finales de la década de los 80 y principios de los 90. donde sus temáticas fueron concebidas en el seno de una cultura criolla del rock&roll que se escuchaba en la época.

El primer fenómeno concreto fue obra de “Café con Leche”, obviando la historia de José Capmany y Enrique Ramírez, en su nombre ya identificamos un alto grado de re significación cultural, una bebida que evidentemente no nació en Costa Rica, ni tampoco sus ingredientes, pero que a nivel cultural sabemos la importancia del café a nivel económico y lo tradicional que resulta para la sociedad costarricense en todos sus estratos. Café con Leche fue el contrapeso de la cultura local del chiqui-chiqui y la expansión de la música estadounidense, predominantes en aquella época.

En el plano musical concretamente, la banda compuso temas con contenidos inmersos indiscutiblemente en esa cultura costarricense pero existe un tema particular desde los que quisiera que nos enfoquemos, es el clásico “oiga pito”. Un tema que sería ininteligible fuera de nuestra identidad cultural del ser costarricense ya que la expresión “pito” para referirse a un hombre solo se utiliza en nuestro país.

El segundo fenómeno musical anclado en nuestra cultura del ser costarricense es el clásico del rock nacional “Avenida Central” de Inconsciente Colectivo, canción compuesta en el año 1990 y que describe con un nivel de realismo la experiencia de cruzar la Avenida Central de San José a la vez que introduce una fuerte crítica a la cultura mercantil y enlatada que se empezaba a expandir vorazmente en el territorio costarricense. En esta línea el lenguaje juega un papel predominante y preponderante en la lógica de la comunicación de los mensajes con contenido crítico.

Ambos ejemplos no pretenden ni pueden ser tomados como fenómenos reconocidos fácilmente por la población en el presente 2018, sin embargo ambas canciones tuvieron una alta cantidad de reproducciones radiofónicas en aquel entonces. Ambas canciones pueden ser entendidas también como ejemplos de resignificación de la cultura rock global y su correspondiente lectura y apropiación local reinventando el contenido a fenómenos propiamente costarricenses que permitieron una mayor aceptación en un público variado.

Como conclusión he de decir que las expresiones artísticas y culturales son motores de cambios sociales, son herramientas poderosas que ayudan tomar conciencia política, y la música, por su carácter intrínsecamente popular de apropiación, es la que marca el paso en los procesos de cambio en la superestructura, a su vez que el mercado se apropia de sus resignificaciones de lo social y las transforma en mercancía, por lo que existe una dialéctica entre la música como canal de comunicación emancipador en lo local y la música como estandarte globalizador cultural, ambas transversalmente atravesadas y definidas por la composición lírica más no por su género musical, el género se convierte en mercancía en función de la industria musical.

He de repetir la salvedad de no ser un artículo pensado desde la academia, sino desde la experiencia y la observación participante, la discusión está abierta.

Bibliografía:

– Ogaz Oviedo, Felipe. “Culturas Urbanas, organización e identidad”. DiablUma – Ministerio de Cultura Ecuador. 2010.