Crónica de ser una mamá profesional
Por Isabel Rojas. Son las 5:20 a.m., suena la alarma de mi teléfono celular, pero solo 20 minutos antes estaba en mi sillón turquesa amamantando a mi nena, papá salió hace unos 10 minutos. Es hora de correr, baño rápido, gracias a mi nuevo corte de cabello, que ahora me permite ser libre de valiosos minutos de desenredo y limpieza. Vestimenta cómoda y fresca, que diga ¡soy una mamá y trabajo, pero también se divertirme! Ojalá.
Preparar mi gran bolso, aunque mis ojos se ilusionan con uno de aquellos más pequeños, bonitos y juveniles, el molote de cosas en la cama, testigos de mis nuevas necesidades me hacen rendirme al clásico bolso de señora, ni modo. Los libros, el cargador (ahora definitivamente no puedo quedarme sin cel), el sacaleches y el atún para almorzar (imposible cocinar otra cosa) necesitan espacio extra.
Un desayuno rápido y veloz, una galleta acompañada medio vaso de jugo. Dos mágicos minutos extra me permiten encontrar más galletas para el camino. El bolso de la nena, la ropa, la crema, el paño, los pañales, la tina, la leche, el chupón, la fruta licuada y unas verduritas para que le cocinen al almuerzo, listo. Hora de despertarla, tan inocente en su cunita, profundamente dormida después de joder mucho buena parte de la noche. A envolverla en dos cobijas – mucho viento afuera – y con el gorro que me le tape bien las orejitas.
Ahora a hacer malabares en la puerta, mi bolso, el de la nena, la tina y cerrar la puerta. ¡Obvio se me olvido cerrar la llave de paso del gas! Por dicha estaba en la puerta. Caminamos a la casa de abuela y abuelo, ellos la bañan mientras llega la niñera.
Decirle chao, eso es lo peor, mejor rápido y profundo, sin volver a ver atrás (aunque siempre lo hago, no lo voy a negar) se supone que duele menos.
A esperar el bus. De pie, ya no tengo panza que me asegure un asiento. En unos tres kilómetros consigo asiento (solo 15 minutos por kilometro, eso sí). Después de tres buses y una hora y cuarenta y cinco minutos, llegue. A trabajar, ella no sale de mi mente.
Se estará riendo, estará haciendo una nueva gracia, estará dormida. A terminar el informe, revisar el correo, agendar reuniones y preparar el taller. El tiempo vuela, ya es hora de volver.
Que ansiedad, mi corazón la siente cada vez más cerca, que alegría, se me vienen las lágrimas, después del portón amarillo me la voy a encontrar. Ahí está, con su sonrisa, sus brazos regordetes se levantan para mí. La amo, ya no puedo más.