Educar desde un espíritu crítico, creativo y útil
Por Gabriela Jiménez. Hace unos días en la Cooperativa, hablábamos sobre las metodologías para educar que se utilizan actualmente en Costa Rica. En ese momento la realidad nos sacudió cuando algunas compañeras mencionaron que en las aulas aún se enseña como hace 20 años, donde la maestra llena la pizarra de párrafos y párrafos de texto que las y los estudiantes tienen que transcribir al cuaderno.
Por supuesto que no podemos objetar de esa práctica cuando por falta de recursos y medios se hace de esta manera. El meollo del asunto es, cuando aún teniendo las herramientas necesarias, se mantiene esa forma de transmitir conocimiento, o bien, cuando por un conformismo profesional, no existe una preocupación por innovar. Eso por un lado.
Por otro lado: ¿será que la educación en Costa Rica, sobre todo en niños, niñas y jóvenes, fomenta una visión crítica de lo que nos rodea? El llamado que han hecho autores como Freire, han buscado justamente eso: incentivar una visión más crítica y humanista en la educación que se imparte, no solo en las aulas sino en la vida cotidiana.
Un sistema educativo debe formar personas capaces de solventar las necesidades de una época en una determinada región, lo cual debe hacerse tanto desde la educación formal, como de la no formal e informal y debe tomar en cuenta aspectos sociales, culturales y económicos de un contexto.
Quienes enseñamos, debemos cuestionarnos constantemente: ¿qué queremos enseñar?, ¿con qué objetivo queremos enseñar? y ¿cuál es la mejor forma de hacerlo? Si somos capaces de responder eso, también seremos capaces de orientar la educación hacia un camino responsable y consciente. Como dijo la niña de 12 años, Evelyn Poveda: “Si nos quedamos esperando a que sean otros los que nos resuelvan los problemas, nos vamos a quedar estancados. Hay que moverse y seguir siempre para adelante” (Entrevista para el periódico La Nación, publicada el 12 de abril de 2016).
Aquí es donde entra lo hermoso de desarrollarme como profesional en Sulá Batsú: en cada proceso de capacitación, de ir a comunidades, e inclusive en la misma oficina, prima el ejercicio de conocer a las personas que recibiremos en cada espacio de aprendizaje, de saber cuáles son sus intereses, de cuestionarnos qué vamos a enseñar y sobre todo, resguardar el hecho de que cada cosa que aprendan, sea útil para su cotidianidad.
Tratemos de que este estilo crítico y útil de transmitir conocimiento se practique hasta en nuestras propias casas: cuando les enseñamos a cocinar a nuestros hijos e hijas, cuando leemos un libro, cuando conversamos con nuestros papás. Siempre es un buen momento para aprender y no hay día que no aprendamos algo nuevo.